«ANAM» es una palabra de origen gaélico que significa «ALMA»
No tienes que alejarte de tu yo para entrar en conversación con tu alma y los misterios del mundo espiritual. Lo eterno tiene un lugar… dentro de ti. Lo eterno no está en otra parte; no es remoto. No hay nada tan próximo como lo eterno. Lo dice la bella frase celta: «La tierra de la juventud eterna está detrás de la casa, una hermosa tierra contenida en sí misma».

El mundo eterno y el mortal no son paralelos; están unidos.

Así lo dice la hermosa expresión gaélica fighte fuaighte: «tejidos entretejidos».

Detrás de la fachada de nuestra vida normal, el destino eterno forja nuestros días y caminos. El despertar del espíritu humano es un regreso a casa.

Se dispuso un destino especial para ti. Pero también se te dio libertad y creatividad para trascender los dones, crear un conjunto de nuevas relaciones y forjar una identidad constantemente renovada, que incluye la vieja pero no se limita a ella. Éste es el ritmo secreto del crecimiento, que obra discretamente detrás de la fachada exterior de tu vida. El destino crea el marco exterior de la experiencia y la vida; la libertad encuentra y llena su forma interior. Millones de años antes de que llegaras, se preparó cuidadosamente el sueño de tu individualidad. Se te envió a una forma de destino que te permitiría expresar el don singular que traes al mundo. Cada persona tiene un destino singular. Cada uno debe hacer algo que nadie más puede. Si otro pudiera cumplir tu destino, sería él quien ocuparía tu lugar y tú no estarías aquí. Es en lo más profundo de tu vida donde descubrirás la necesidad invisible que te trajo aquí. Cuando empiezas a desentrañarlo, tu don y la capacidad de emplearlo cobran vida. Tu corazón se acelera y la urgencia de vivir reaviva la llama de tu creatividad. Si puedes despertar este sentido del destino, entras en consonancia con el ritmo de tu vida. Es un tesoro, aunque asusta reconocerlo. Significa que no podemos seguir buscando fuera las cosas que necesitamos dentro. Las bendiciones que anhelamos no están en otros lugares o personas. Sólo tu propio yo puede dártelas.

Su patria es el fuego de tu alma.

«El hombre necesita un valor temerario
para descender al abismo de sí mismo».

La energía primordial del alma nos reserva un calor maravilloso. Uno de los motivos por los que se nos puso en la Tierra fue para establecer esta relación con nosotros mismos, esta amistad interior. Para recibir ese don, debes dejar a un lado tu miedo y afrontar el riesgo de pérdidas y cambios que trae consigo cada encuentro interior.

Para remediar esa alienación de nuestro tiempo es vital que recuperemos el alma. En términos teológicos o espirituales, podemos concebir esta desconexión absoluta con la totalidad como en un alma que nada exterior puede colmar. A veces tratamos desesperadamente de colmarlo con posesiones, trabajo o creencias, pero éstas nunca se afirman. Siempre caen y nos dejan más indefensos que nunca.

Llega el momento en que te das cuenta de que ya no puedes seguir disimulando ese vacío.

Si estás fuera de tu yo, si siempre buscas más allá de él, desconoces la llamada de tu propio misterio. Cuando reconoces tu integridad y te acoges a su misterio, tus relaciones con otros adquieren nuevo color, aventura, asombro.

Cuando despierta el alma, tu destino se agita al impulso de la creatividad.Cuando escuchas con el alma, entras en el ritmo y la armonía de la música del universo.